¿Sabías que el botox, conocido por su uso en el ámbito estético para reducir las arrugas faciales, también está demostrando ser un aliado en la lucha contra la depresión?
La Toxina Botulínica es un antidepresivo, afirma el Dr. Jorge Diaz, Presidente de la Sociedad Chilena de Medicina y Cirugía Estética (Sochimce), haciendo alusión a la gran cantidad de ensayos aleatorios doble ciego publicados en los últimos años, porque más allá de sus aplicaciones en el campo de la belleza, el “Botox” está abriendo nuevas puertas en el tratamiento de trastornos del estado de ánimo, como la depresión, el trastorno de ansiedad generalizada y diversos dolores crónicos.
Publicaciones recientes como las realizadas en el Departamento de Psiquiatría, de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud George Washington en Estados Unidos, han revelado que esta neurotoxina, producida por la bacteria Clostridium botulinum, puede tener un impacto positivo en la mejora de los síntomas de una amplia gama de trastornos psiquiátricos.
El descubrimiento del efecto de la toxina botulínica en la depresión es el resultado de décadas de investigación que exploran las complejas interacciones entre el cuerpo y la mente. Inicialmente utilizado para tratar trastornos neuromusculares, la Toxina Botulínica llamó la atención de los científicos cuando los pacientes informaron mejoras en su estado de ánimo después de recibir inyecciones. Esto llevó a investigaciones más profundas que revelaron cómo la inhibición temporal de ciertos músculos faciales no solo altera la apariencia física, sino que también puede tener un impacto significativo en el estado
emocional.
De acuerdo a lo que explica el Doctor Jorge Díaz, “El efecto de mejora del estado de ánimo de la terapia con toxina botulínica probablemente se deba a la interrupción de un circuito propioceptivo emocional entre la retroalimentación facial y la actividad neuronal dentro de los circuitos centrales de la emoción, estudios de imágenes han demostrado que la imitación de expresiones faciales se asocia con la activación de regiones límbicas como la amígdala. La retroalimentación reducida debido al tratamiento con BTX atenúa la activación de la amígdala izquierda y su acoplamiento funcional con las regiones del tronco encefálico implicadas en las manifestaciones autonómicas de los estados emocionales.
Este hallazgo revolucionario ha abierto nuevas puertas en el campo de la psiquiatría y ha vislumbrado un nuevo aliado en una nueva especialidad, la Medicina Estética. Estas investigaciones generan nuevas perspectivas en el tratamiento de la depresión, ofreciendo esperanza a aquellos que buscan alternativas a los medicamentos antidepresivos convencionales. A medida que continuamos explorando el potencial terapéutico del botox, podríamos estar viendo una revolución en la forma en que abordamos los trastornos del estado de ánimo y los procedimientos con fines de embellecimiento.
De acuerdo a lo que explica el Doctor Díaz, “el Botox no solo actúa en los músculos faciales para reducir las arrugas, sino que también puede influir en las señales que el cerebro envía al resto del cuerpo, lo que para muchas personas, especialmente aquellas que luchan contra la depresión u otros trastornos del estado de ánimo, puede significar una diferencia significativa en su bienestar emocional y en su capacidad para disfrutar de la vida. En este sentido, reconocer este impacto más amplio es fundamental para garantizar que estas herramientas se utilicen de manera efectiva, estén disponibles y beneficien a aquellos que más lo necesitan y, por tanto, puedan ser integradas prontamente en el sistema de salud público chileno”.