
Por Carolina Chica, Gerente de Nutrición, Investigación y Desarrollo de Benexia
Cada 7 de abril, mundialmente estamos invitados a hacer una pausa para reflexionar
sobre aquello que, en medio de la vorágine diaria , suele darse por sentado: la salud. Este
año, el Día Mundial de la Salud vuelve a recordarnos que cuidarse no es un acto de
vanidad, sino un ejercicio de responsabilidad. Y dentro de ese cuidado, el corazón ocupa
un lugar primordial.
Los trastornos del sistema cardiovascular se han convertido en una de las mayores
amenazas para el bienestar global. A pesar de los avances médicos y del acceso a la
información, las personas siguen enfrentando problemas asociados a la presión arterial
elevada, colesterol desbalanceado e inflamación crónica. Buena parte de esta realidad
está íntimamente relacionada con nuestro estilo de vida: largos períodos de
sedentarismo, elevados niveles de estrés y, sobre todo, una alimentación que muchas
veces descuida lo esencial.
Aquí es donde la nutrición se convierte en una herramienta poderosa. Lo que comemos
tiene el potencial de enfermar, sí, pero también de sanar. Y entre los múltiples alimentos
que la naturaleza nos brinda, hay uno que destaca por sus múltiples beneficios para la
salud cardiovascular: la chía.
Estas pequeñas semillas, utilizadas por antiguas culturas como los aztecas y los mayas, han
cobrado protagonismo en la alimentación moderna, gracias a su perfil nutricional
extraordinario. Se trata de una fuente vegetal de ácidos grasos omega-3, particularmente
ácido alfa-linolénico (ALA), que ha demostrado tener un impacto positivo en la reducción
de triglicéridos y colesterol,; por lo tanto en la prevención de placas de ateroma. Además,
su alto contenido en fibra soluble ayuda a regular los niveles de colesterol LDL –el llamado
colesterol “malo”– y a controlar la glicemia, ambos factores cruciales en la salud
cardiovascular.
Añadir una cucharada de chía a un yogur, a una ensalada o a una bebida es optar
conscientemente por un ingrediente que se caracteriza por sus propiedades nutritivas y
preventivas.
En este Día Mundial de la Salud, vale la pena preguntarnos cómo queremos envejecer,
qué calidad de vida aspiramos tener y, especialmente, qué tan dispuesto estamos a
implementar y sostener cambios que nos ayuden a alcanzar ese bienestar. La salud
cardiovascular no es un asunto reservado a la edad madura. Se construye –o se deteriora– desde la juventud, a través de cada decisión alimentaria, cada paso que damos o dejamos
de dar.
Que esta fecha no sea solo un hito en el calendario, sino una invitación permanente a
repensar nuestros hábitos. Porque cuidar del corazón no se trata tan solo de controlar el
pulso, sino más bien de un profundo acto de amor propio.